Este documento puede ser consultado de manera fisica en: La Jornada Aguascalientes, junio, 2012, sábado 23, página 4.
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Anexo 1
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El Estado debe tratar con sumo cuidado la gestación de políticas culturales
Carlos Alonso López
Una de las conclusiones obtenidas del foro de reflexión
sobre la práctica de las políticas culturales en las instituciones
públicas, realizado en el Centro de Investigación y Docencia Económicas,
fue que el Estado debe evitar gobernar dicha materia a través de una
secretaría.
Para aterrizar su postura Otto Granados Roldan, ex
gobernador de Aguascalientes y ex embajador de México en Chile, citó
palabras que Gabriel García Márquez pronunciara hace 18 años acerca de
una disyuntiva política generada en su patria, Colombia.
“Hay que hacer algo muy grande y urgente, si el nuevo
presidente quiere de veras tener la cultura como guantera de su
gobierno, si no quiere que sea un banco de clientelistas y un paraíso de
burócratas que se roben la plata, que la agarre con su propia mano, sin
oficinas intermedias, y la ponga bajo su responsabilidad personal como
un órgano inmune y bien inventado. Conozco a la comunidad cultural, y sé
que no le negará su ayuda y gratitud”.
En su momento Granados señaló que el Partido Acción
Nacional pretende emprender una empresa como la criticada por el Nobel
de Literatura.
Por otro lado, cuestionó a dónde debe el gobierno orientar
una política si se quiere trascender los límites de la preservación de
monumentos históricos con vistas en llevar mayor cantidad de gente a
museos, galerías, teatros y salones de conciertos.
El reto está, refirió, en saber distinguir entre política cultural y actividad cultural.
Así, comentó, que México por ahora no puede considerarse
como un país “culto”, pues se sitúa en el peldaño 57 del Índice de
Desarrollo Humano que publica la Organización de las Naciones Unidas.
“Hay que ser realistas en ese sentido”.
Enrique Rodríguez Varela, sociólogo de la Universidad
Autónoma de Aguascalientes, coincidió en que en pos de la libertad de
expresión el Estado debe guardarse de ser “sensor” y detentar el control
de la cultura.
Señaló el emblemático caso de una artista estadunidense
cuya obra fue censurada por presentar un crucifijo empotrado en un
mingitorio. A partir de entonces, añadió Rodríguez, el gobierno comenzó a
decidir qué objeto podía ser expuesto y qué otro no.
Anotó al blindar con autonomía la política cultural del
país, también se sortean “lacras” como los malos sindicatos y la
burocratización.
“Imagínense un SNTE dentro de la cultura”.
Del mismo modo, anotó, que el fenómeno de la globalización
debe ser enfrentado, pues con la expansión de la tecnología el público
prefiere escuchar un concierto o ver una película de calidad en su casa y
evitar cualquier clase de traslado y gasto mayor.
Sobre esta línea Otto Granados opinó que a diferencia de la
década de los sesenta, cuando la asistencia a los sitios de difusión
artística se daba de manera “presencial”, hoy día las redes sociales
demandan encontrar la manera de trasladar tales espacios hacia una
pantalla de ordenador.
Asimismo consideró que la política exterior mexicana es
otro punto endeble en la expansión del rubro. La cancillería, dijo,
recibe un presupuesto totalmente insuficiente.
A su vez, ambos ponentes también coincidieron en que para
legitimarse en el poder y atenuar “los excesos del monopartidismo y la
falta de una democracia homologable”, el Revolucionario Institucional
absorbió a muchos artistas e intelectuales al incorporarlos a distintas
ramas de la burocracia.
“Los intelectuales por su parte encontraron una zona
respetable de relación con el Estado, porque significaba gozar de las
ventajas de la cercanía en un terreno más o menos neutral, pero sin los
costos de una alianza abierta y explícita con los gobiernos” de quien
mantuvo durante 71 años el Ejecutivo federal, señaló el propio Granados.
Por último, dejó sobre la mesa un par de cuestiones, pues
en el diálogo participaron estudiantes de la licenciatura en Ciencias
del Arte y Gestión Cultural.
¿Hay alguna manera de medir los efectos de determinada
política cultural? Consumo de libros, aforo en teatros, cines y
bibliotecas. ¿La eficacia es un concepto válido en este terreno?
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